El arte de Renacer

De los veranos suele apreciarse el trabajo de algunos jugadores, esas tareas de encerrarse en un gimnasio para aprovechar al máximo el periodo estival, mantenerse en forma, y sobre todo, mejorar. Pero no sucede lo mismo en el gremio de los entrenadores. Y así lo hacen algunos. Por eso conocer el perfil de Eric Spoelstra tal vez sea necesario.

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Tras la marcha de Lebron James, como anticipando que  una era había muerto y sobre  su porvenir inmediato abría un escenario de mayor suspense, el técnico de Miami Heat empleó el verano para volver a su pasado. Para descender a ras de suelo. Organizó una academia para 250 adolescentes trabajando con ellos los fundamentos en bien de la idea de equipo. Se rodeó de una veintena de entrenadores de instituto promoviendo algunos principios de su doctrina, como el flujo de pases, el corte y la defensa. Sobre todo, enfatizó los favores de una conducta correcta del compromiso colectivo hasta en los menores detalles, como obligar a chocar la mano del compañero que acaba de lanzar un «airball». Tiempo atrás así lo hizo en Zamboanga, en su prenatal Filipinas, pero entre un cordón de seguridad que prevenía un posible atentado de Al Qaeda.

Ahora es posible contarlo porque hay veces que un consejo vale una vida. En 1995 fue invitado a una entrevista a un empleo con los Heat por el que luchaba hacía tiempo. Coincidía con un concierto de Grateful Dead para el que tenía entradas. No podía perdérselo. Pero se lo habría perdido de no ser por su hermana, que supo ponerle en su sitio. Un año después toda la franquicia de Miami Heat le conocía. Poco más que como al chico de los recados.  Spoelstra era el tipo que atendía la ropa sucia del cuerpo técnico y paseaba sus perros. Como el ultimo eslabón de la pirámide, en cuyo apartamento robaron tres veces, disponía de un despachito sin ventanas donde editaba sus vídeos por las noches. Y sin apenas dormir disfrutaba como un niño compartiendo minutos con la plantilla de entonces, entre Mourning y Hardaway. Pero sobre todo, del respetable mando de Pat Riley lo absorbía todo. Cerebralmente era un ordenador. En sus días universitarios observó que el equipo de Montana empleaba una complicada red de señas en los partidos. No paró hasta descifrarlas todas..

En los «worksout» le ponían defender a los bases y su eficacia era tal que no pocos perdieron la oportunidad y hasta un ojeador de los Magic preguntó por su nombre. En 1999 fue ascendido a ojeador y dos años después, Riley lo sentó en el banquillo a su lado. Spoelstra tuvo miedo de no cumplir las expectativas, pero lo superó a base de trabajo. De levantarse a las 4:45 todos los días y preparar informes de todos los equipos de la Liga.

En un artículo en Sports Illustrated se asegura que Erik sigue en lo mismo igual que entonces. Y que el «megaproyecto» de 2010 no sólo no le cambió sino que fortaleció al extremo sus principios. En los entrenos separaba a James y Wade para potenciar el doble liderazgo. Tras perder las finales de 2011 puso a todo el mundo a trabajar en manuales de psicología deportiva y devolverle informes de que habían aprendido. No solo era bueno para ellos. También para él, a quién perder le despertaba una incontrolada ansiedad.

Durante los 4 años años que tuvo en sus manos uno de los proyectos de mayor peso en la historia de la NBA,  fue objeto de criticas durisimas en algunas derrotas y escasos elogios en las victorias, que más que resumirse en dos anillos en cuatro finales consecutivas, lo hacen en la extremada dificultad de dirigir a un superequipo con toneladas de riesgo encima. Una presión desmedida, la distribución de roles y las continuas dudas que nunca eran pequeñas, resumen las primeras paginas de un curriculum que el futuro debería tender a infinito.

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Parece mentira lo conseguido, como si no hubiese existido y su presencia haya sido meramente decorativa cuando, en realidad, ha sido todo lo contrario. Eso es lo que el tiempo debe reparar. No se explica de otro modo que en un campues el verano pasado en Las Vegas un tipo solitario le palmease la espalda. «Ahora puedes volver a entrenar». Era Phil Jackson.

Acuérdense de este nombre; Erik Spoelstra. Es un nombre que aunque ahora cueste verlo. es carne de un futuro «Hall Of Fame».

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